Canto Gregoriano - Selecciones
Canto Gregoriano - Selecciones
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Canto gregoriano o canto llano
La
denominación canto gregoriano se origina en que este tipo de canto es
atribuido al papa Gregorio I siendo así una evolución respecto al canto
paleorromano con influencias del canto galicano.
Desde su
nacimiento, la música cristiana fue una oración cantada, que debía
realizarse no de manera puramente material, sino con devoción o, como lo
decía San Pablo: «Cantando a Dios en vuestro corazón». El texto era
pues la razón de ser del canto gregoriano. En realidad el canto del
texto se basa en el principio de que —según san Agustín— «el que canta
ora dos veces». El canto gregoriano jamás podrá entenderse sin el texto,
el cual tiene prelación sobre la
melodía y es el que le da sentido a
ésta. Por lo tanto, al interpretarlo, los cantores deben haber
entendido muy bien el sentido del texto. En consecuencia, se debe evitar
cualquier impostación de voz de tipo operístico en que se intente el
lucimiento del intérprete. Del canto gregoriano es de donde proceden los
modos gregorianos, que dan base a la música occidental. De ellos vienen
los modos mayor y menor, y otros cinco menos conocidos.
Características
• El canto gregoriano es música vocal, esto es, que se canta a capella (sin acompañamiento instrumental).
•
Se canta al unísono —una sola nota a la vez— lo cual quiere decir que
todos los cantores entonan la misma melodía. A esta manera de canto se
le denomina monodia. Muchos autores afirman que no debería admitirse el
canto de coro mixto (o sea, con hombres y mujeres), ya que los hombres y
las mujeres no pueden cantar las mismas alturas, por cuanto se estaría
interpretando a dos voces en octava. Sin embargo, teniendo en cuenta que
tanto hombres, como mujeres, como niños deben tener igual oportunidad
de participar en la liturgia, recomiendan que, para no romper este
principio de la monodia, lo hagan en forma alternada.
• Se canta
con ritmo libre, según el desarrollo del texto literario y no con
esquemas medidos, como podrían ser los de una marcha, una danza o una
sinfonía (véase la sección en que se trata detalladamente el ritmo).
•
Es una música modal escrita en escalas particulares de sonidos. Los
antiguos griegos creían que estas escalas (y no la música creada a
partir de ellas, como es la creencia actual) servían para despertar
variados sentimientos, como recogimiento, alegría, tristeza, serenidad,
etc.
• Su melodía a veces es silábica (cuando a cada sílaba del
texto le corresponde un sonido) y a veces melismática cuando a una
sílaba corresponden varios sonidos. Hay melismas que contienen más de 50
sonidos para una sola sílaba.
• El texto está en latín, la
lengua oficial del Imperio romano extendida por Europa (aún no existían
las lenguas romances). Estos textos fueron tomados de los salmos y otros
libros del Antiguo Testamento; algunos provenían de los evangelios y
otros eran de inspiración propia, generalmente anónima. Sin embargo
existen algunas piezas litúrgicas en lengua griega: Kyrie eleison
(Señor, ten piedad), Agios ó Theós (Santo Dios) (para la liturgia del
Viernes Santo), etc.
• Escritura: el canto gregoriano está
escrito sobre tetragramas, es decir sobre 4 líneas, a diferencia del
pentagrama (de cinco líneas) de la música actual. Sus notas se denominan
cuadradas (punctum quadratum o ‘punto cuadrado’) o virgas si aparecen
individualmente, o neumas si aparecen agrupadas; tienen igual valor en
cuanto a su duración, a excepción de: las que tienen epicema horizontal,
la nota precedente al quilisma y la segunda nota del sálicus cuya
duración se prolonga ligeramente más con un sentido expresivo y las
notas que llevan punto el cual tiene la duración de una nota simple
(esto se explicará en detalle en la sección notación).
Históricamente se han desarrollado dos sistemas de notación para el canto gregoriano:
o Notación neumática gregoriana.
o Notación diastemática gregoriana.
Diferentes estilos
Se reconocen básicamente tres estilos del canto gregoriano:
• Silábico: cuando a cada sílaba le corresponde una nota.
• Neumático: cuando las sílabas están bajo grupos neumáticos.
• Melismático: cuando hay varios neumas para una sola sílaba.
Principales expresiones
Las principales expresiones del canto gregoriano son la salmodia, la misa, el oficio divino y los responsorios.
La misa
En la celebración de la Eucaristía existen dos grupos principales de piezas musicales:
• El ordinario: está compuesto por textos que se repiten en todas las misas.
o Kyrie eleison
o Gloria in excelsis Deo (o sencillamente el "Gloria").
o Credo
o Sanctus y Benedictus
o Agnus Dei
o Ite
• El propio: está constituido por piezas que se cantan según el tiempo litúrgico o según la fiesta que se celebra.
o Intróito: canto de entrada para iniciar la celebración
o Gradual, aleluya o tracto: después de las lecturas
o Ofertorio para acompañar la procesión de las ofrendas
o Comunión
•
Además de estos dos grupos de piezas, existen otras que se cantan como
recitativos con algunas inflexiones (cantillatio): tales son las
oraciones, las lecturas, el prefacio y la oración eucarística, el Padre
nuestro. Eran piezas que por su sencillez podían ser ejecutadas por el
celebrante o por personas que no requerían de especiales habilidades
para el canto.
El oficio divino
En los monasterios, los monjes
hacían una pausa en sus labores y se reunían regularmente a
determinadas horas (horas canónicas) del día para hacer su oración.
• Maitines: plegaria de vigilia
• Laudes: plegaria de la mañana
• Prima: seis de la mañana
• Tertia: nueve de la mañana
• Sexta: doce del mediodía
• Nona: tres de la tarde
• Vísperas: seis de la tarde
• Completas: antes de ir al descanso
El repertorio de cantos para el oficio divino consta de:
• El canto de los salmos
• Simples recitativos (cantillatio) de lecturas y oraciones.
• Antífonas de invitatorio
• Himnos
• Antífonas cantadas antes y después de los salmos.
• Responsorios
• Te Deum
• Cantos del antiguo y del nuevo Testamento (Benedictus, Magnificat, Nunc dimittis)
Asociados a estos cantos están el Pange lingua que incluye al Tantum ergo, y el Stabat mater.
Otros cantos:
• Tropos: Textos intercalados a plegarias oficiales
• Algunas melodías adornadas con variados melismas que se añadieron al Aleluya.
• Secuencias: Ejemplos: Secuencia de Pascua, Secuencia de difuntos...
• Cantos procesionales: Procesión de Ramos, Procesión al Sepulcro, Procesión con el Santísimo Sacramento, etc.
Reseña histórica sobre el Canto Gregoriano
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Y para los más entusiastas aquí un pequeño estudio sobre los orígenes y desarrollo del Canto Gregoriano.
El
origen de la antigua música eclesiástica, con carácter de monodia,
cantada en la liturgia del Rito Romano bajo el nombre de Canto
Gregoriano, se remonta a un pasado lejano.
El nombre tradicional
se deriva de el del Papa Gregorio el Grande (hacia el año 600). Gregorio
I, fue Doctor de la Iglesia. Cursó leyes y hacia el año 570 obtuvo el
cargo de praefectus urbis. Se retiró después a su propia casa, la cual
convirtió en cenobio. En el año 578 se ordenó sacerdote y en el 590 fue
elegido Papa; tuvo que hacer frente a una gran crisis por haber
fracasado la restauración de Justiniano. Fue el primer pontífice que con
su revisión pastoral y su reforma se abrió al mundo germánico. Debido a
un dato aportado por su biógrafo, se admitió más tarde y de manera
generalizada, que este Papa no sólo había pulido y arreglado el
repertorio musical de la antigua música eclesiástica, sino que incluso
fue él mismo autor, bien en parte o bien totalmente, de numerosas
melodías. Fueron sus obras: pastorales, Regula pastoralis;
hagiográficas, Libri quattuor dialogorum; y homilíticas Homiliae 22 in
Ezech, y Homiliae 40 in Evang. En su iconografía se le representa
frecuentemente escribiendo bajo el dictado e inspiración del Espíritu
Santo, que aparece simbólicamente en forma de paloma situada cerca de su
oído.
Sin embargo, el Canto Gregoriano que en la actualidad
podemos encontrar recopilado en varios volúmenes y formando un todo
unitario, no es obra de un solo hombre ni siquiera de una sola
generación. El conocimiento que poseemos de la historia y del origen de
las melodías eclesiásticas está lejos de ser profundo ya que apenas han
llegado hasta nosotros algunos pocos manuscritos anteriores al siglo IX.
Afortunadamente, el estudio comparado de los viejos textos y de las
formas litúrgicas ha arrojado nueva luz sobre este tema. Los graduales y
las antífonas actuales contienen todos los cantos correspondientes al
año eclesiástico, pero el orden en el que se nos presentan, no nos
indica de qué períodos proceden las diferentes melodías ni tampoco a qué
cambios han estado sometidos y cómo se han producido en el transcurso
de los siglos.
El cristianismo no rompió nunca con las formas
culturales que ya existían en el momento de su aparición. Lo que hizo
fue retomarlas y, solamente en caso de necesidad, adaptarlas para su
propio empleo. El lenguaje y el arte del medio cultural se pusieron al
servicio de la propagación del nuevo mensaje religioso. De este modo,
los primeros cristianos utilizaron, sin duda, las melodías que
previamente conocían.
En Jerusalén y sus alrededores, donde se
sitúa la zona en la que surgieron los primeros cristianos organizados,
existían dos culturas, una al lado de otra, y también entremezcladas: la
cultura tradicional puramente judía que tenía expresión en el templo y
en los servicios de las sinagogas y la cultura de la civilización
helenística que había surgido en los últimos siglos antes de Jesucristo y
que se extendía por los países de la cuenca del Mediterráneo (desde
Alejandría en Egipto, hasta Roma). Esta cultura creó un lenguaje común,
el llamado griego helenístico, y en ella se fundieron otras varias
culturas propias de los diferentes pueblos que formaban parte de este
mundo tan amplio y variado. La liturgia de Roma -que se celebraba, en
principio, en lengua griega y a partir del siglo IV ya en latín-,
empleaba palabras de origen hebreo procedentes de la época anterior a
Cristo, como "Hosanna", "Aleluya", "Amén", y también palabras griegas
como "Kyrie eleisson" y "Agios" o Theos".
La música primitiva
proviene, esencialmente, de las sinagogas judías. Carecemos de datos
acerca de la antigua música helenística para poder constatar sus huellas
o su influencia sobre la música cristiana. En la liturgia cristiana
podemos detectar, por el contrario, el claro influjo de la liturgia
judía, como, por ejemplo, la plegaria que se entona cuando se enciende
la lámpara a la caída de la tarde (Vísperas) "Deus in adjutorium meum
intende. Domine ad adjuvandum me festina", o la santificación de las
horas en los oficios (Primas, Tercias, Sextas y Nonas). Desde la salida
hasta la puesta del sol, los antiguos cristianos dividían el día en doce
horas.
La alternancia de la lectura de los textos de la Sagrada
Escritura y de los cantos se ha conservado a través de los siglos, al
igual que persona de mayor rango entre las presentes dirija los rezos y
que el diálogo establecido entre este "presbyteros" (sacerdote) y el
pueblo (congregación), sea contestado por éstos últimos, siempre sobre
sencillos motivos. El cantante solista mantuvo su importancia entre los
primeros cristianos. En Occidente, su papel fue poco a poco siendo
asumido por la "schola" (un pequeño grupo de cantores elegidos), y aquí
reside la razón de la paulatina decadencia y posterior abandono de la
florida ornamentación original de la melodía ( trinos, etc).
Debido
a su origen en las sinagogas, el Canto Gregoriano fue, en su principio,
exclusivamente vocal. Los etíopes y los coptos todavía utilizaban los
antiguos instrumentos de percusión tal y como se menciona en los salmos y
que en los cultos de la antigüedad tan sólo eran utilizados en el
templo de Jerusalén. Habría de transcurrir mucho tiempo antes de que el
órgano hiciese su aparición en las iglesias occidentales; en Oriente,
por el contrario, este instrumento se empleó en las festividades
profanas.
Durante los siglos que siguieron, el órgano encontró su
verdadero lugar en los templos, acompañando, incluso, a la música
Gregoriana que, en principio era, como antes apuntamos, únicamente de
carácter vocal. Para unos, el verdadero Canto Gregoriano debe conservar
esta forma desnuda de interpretación vocal sin acompañamiento, mientras
que otros afirman que es conveniente el órgano y no desean ser privados
de un acompañamiento que se les ha hecho tan familiar.
En
Occidente surgieron dos nuevos factores que determinaron poderosamente
el curso de la música religiosa. Uno de ellos fue la oposición de la
Iglesia Romana al excesivo empleo en las funciones litúrgicas de los
himnos; el otro fue el cambio que sufrió la lengua de la liturgia con el
paso del griego al latín, lo cual supuso que a partir del siglo IV
hubiese que re-traducir los salmos a prosa latina. A partir de estos
momentos, al mantener la línea melódica solista con carácter
improvisatorio, que con frecuencia hacía uso de temas tradicionales, es
posible encontrar de nuevo la expresión libre de los sentimientos
descritos en los textos de los salmos, sentimientos de alegría, de
serenidad, de arrepentimiento y de paz, de odio y de amor, es decir,
todos aquellos sentimientos en los que los salmos son tan abundantes. Es
aquí donde encontramos el verdadero fondo de la riqueza antifonal del
repertorio que pertenece al Canto Gregoriano, muy en particular los
cantos que acompañan ciertas partes de la celebración eucarística
(misa): el Introito, el Ofertorio y la Comunión.
El Canto
Gregoriano constituye una auténtica fuente de inspiración para el libre
desarrollo de la melodía y la expresión emocional de la música
occidental.
No es posible saber con exactitud las características
de las expresiones musicales de los siglos anteriores al proceso que
puso en marcha Constantino (a partir del edicto de Milán, del año 313) y
que acabó convirtiendo el cristianismo en religión del estado, ya que a
la falta de documentación se une el hecho de la clandestinidad de los
fieles. No obstante, todo parece indicar que esa música debió ser
mayoritariamente sagrada y no difería en lo esencial de la que venía
ejecutándose desde antiguo en las sinagogas de las comunidades hebreas
(hecho éste que se detallará más adelante), tanto en Jerusalem como en
general en el área mediterránea. La primera de estas afirmaciones se
desprende de la práctica inexistencia de música profana en las culturas
anteriores y contemporáneas al nacimiento del cristianismo y la segunda
de que éste se consideraba a sí mismo por entonces poco más que una
secta disidente dentro del judaísmo. La creciente incorporación de
gentiles a la nueva iglesia provocó sin duda la asimilación de
influencias grecolatinas en los cánticos litúrgicos, que acabaron de
enriquecerse poco después con la difusión de las tradiciones musicales
celtas, sobre todo con posterioridad a la caída del imperio romano
(476). La recitación melódica y la cantilena son con seguridad los dos
elementos hebraicos más destacados en la formación de la nueva música,
así como la teoría y los primeros rudimentos de notación resultan clara
herencia de los griegos. Por lo que hace referencia a los celtas, las
riquísimas tradiciones encarnadas en sus bardos debieron tener una
proyección más allá del estricto plano musical, ya que es muy probable
que su elaborado concepto de la escenificación haya dado soporte a la
transformación de los primitivos rituales en la liturgia mucho más
especializada de los siglos inmediatamente posteriores.
Como
quiera que fuera, la primera conservación y transmisión de la música en
el sentido estricto que se haya realizado en Occidente, lo fue por
motivos prácticos: la necesidad de fijar por escrito los cánticos que
congregaban a los fieles. De estos primitivos salterios, el más vetusto
que se conoce es el denominado Códice Alejandrino, del siglo V, que se
conserva en el museo Británico. Contiene un total de trece cánticos,
incluidos un Benedictus y un Magnificat, cantos estos fundamentales en
el desarrollo actual de la liturgia y, como casi todos los ejemplares
antiguos y contra lo que comúnmente se cree, es de pequeño formato.
El
mencionado fondo común que puede rastrearse en este período formativo y
en cierto sentido vacilante dejará paso, entre los siglos IV-VI, a las
diversas manifestaciones de la música bizantina y del ritual ambrosiano
de la escuela de Milán, que desembocarán en la primera creación original
del genio musical de Occidente: el canto llano Gregoriano.
Al
tratar sobre el canto de los cristianos se olvida frecuentemente señalar
que su forma primitiva se tomó de las formas cantadas en las sinagogas.
Es importante señalar el olvido de este hecho y ciertamente esta
ignorancia acerca de una de nuestras principales fuentes conduce a muy
diversas interpretaciones del canto llano, así como a errores sobre los
que deberemos insistir. Es evidente que la forma melódica exacta del
repertorio se ha alterado y que ya no lo podemos considerar como un
heredero directo del repertorio de la sinagoga; innumerables influencias
modificaron su aspecto musical. Sin embargo, cuando se escuchaba
atentamente el canto judío, se descubrían en él los términos generales
del discurso melódico cristiano: la palabra elevada hasta su mayor grado
posible de solemnidad gracias a la tensión de la voz, el diálogo de los
clérigos y su ritmo libre, la vocalización, etc. Cabe preguntarse cómo
se ha llegado a considerar que este dialecto musical sea exclusivamente
de origen latino. ¿Cuales son sus relaciones con las músicas judaica y
latina?. ¿Cómo a lo largo de los siglos ha ido acumulando dicciones que
desfiguran su forma original?. Estos son, en definitiva, los problemas
que plantea la existencia del Canto Gregoriano.
Sabido es que el
"sustratum" de las costumbres del cristianismo primitivo tiene sus
raíces en el judaísmo. El hecho es conocido, pero al haberse separado
los cristianos de este judaísmo, se acepta corrientemente que no han
querido conservar de él ni el menor rasgo, lo cual, evidentemente, es
inexacto pues a través de la Biblia el mundo cristiano se liga
profundamente al pasado.
Muchos detalles nos llevan al culto judío:
rezos, formas de devoción, etc., y en particular, la manera de tratar
los textos sagrados, o sea, declamación melódica o cantilación. Esta
manera de transmitir las tradiciones existe aún actualmente en la
Iglesia latina bajo una forma esquematizada pero reconocible en las
lecturas del Evangelio o de la Epístola en las oraciones como el
prefacio de la Misa cantada. Ningún texto importante en los sistemas de
tradición oral actuales se transmite sin esta forma de cantilación y se
tiene la certidumbre que existió ya en el mundo judío. La dispersión de
los apóstoles hacia Grecia, Egipto e Italia, sumió al culto en una
atmósfera muy diferente.
Hubo oleadas sucesivas de misioneros
que partieron de los puntos más diversos de la cristiandad: Palestina,
Siria, Grecia, Egipto... y esto durante varios siglos. Sus costumbres se
habían ya fijado y fueron ellas las que tuvieron que enfrentarse con
ambientes dispares: Galia, Península Ibérica, etc., y en este extremo
Occidente, no lo olvidemos, es el mundo donde nace el cartesianismo, un
mundo de análisis que se opone a las reacciones intuitivas de Oriente.
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